
Con sus representaciones de flores casi marchitas Juan Gallego nos habla en esta muestra de la fugacidad de la juventud y la belleza. Una reflexión del devenir del tiempo que hace que contemplemos, al menos, la posibilidad de que nuestra belleza se nos escapa de las manos, y nos hace ver, mediante sus recursos expresivos en cuanto a la utilización de la luz o la pincelada breve y entrecortada, que estamos solos ante el tiempo, que el tiempo es lineal y tiene un fin para cada uno.
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